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El Maestro Ignorante

2024-02-23


¿Qué significa ser inteligente?

¿Qué me hace menos inteligente que el resto?

¿De verdad necesito ser fiel creyente de todo lo que un maestro enseña?

¿Qué poder humano debo adquirir para ser capaz de educar y ser educada?


Querida lectora, hoy por hoy quiero llevarte de la mano por un pasadizo del que espero puedas salir viva pero no ilesa ¡No te asustes! Déjame explicarte lo que estoy intentando recolocar en palabras, cuál puzzle.


Iniciemos por el principio. Soy una aprendiz como tu, como todas en realidad, soy tan aprendiz como docente, pero también soy tan inteligente como aprendiz; así que ya que estamos, demos respuesta al primer cuestionamiento, y amerito de ayuda, pues no soy una mujer aprendida, sino una magnífica aprendiz.


Según la RAE la inteligencia es:

“Capacidad de entender o comprender.” o también “Capacidad de resolver problemas.”

¿Notas como en ningún lugar se menciona la palabra “perfección” o “intachable”? Y seguro habrá quien para este momento ya esté pensando en la manera de refutar aquello que escribiré y me alegra, significa que es un ser pensante de opiniones, más espero me permita hablarle de mi experiencia y de lo que creo.

De nuevo, les recuerdo que soy aprendiz y he decidido aprender, he decidido leer la experiencia de un maestro ignorante y descubrir lo que a muchos nos da miedo: ser responsables.

¡Menudo susto!

El maestro ignorante tenía nombre y era Joseph Jacotot, él había sido muchas cosas gracias a aquello que había aprendido, tantas que ahora era su turno de instruir, valor que le fue otorgado por indulgencia, sin embargo ¿Qué hace un hombre francés educando a holandeses cuando él ignoraba por completo la lengua de sus alumnos? Honestamente él tampoco sabía muy bien qué hacer en esa situación. Se vió en la posición penosa de pedirles esfuerzos y escritos de los que con toda certeza esperaba recibir barbaridades hechas tinta, pero sabrás que no estoy aquí para contarte una historia tétrica, sino conmovedora, por lo que no es sorpresa para nadie -a excepción del mismo Joseph- que aquellos estudiantes holandeses no solo le entregaron escritos en francés completamente coherentes sino tan buenos como los que habría hecho un hombre francés.

¿Qué significaba esto? Porque aquellos estudiantes no habían recibido ninguna explicación de su apenado maestro, de aquel mismo que no sabía si podría escribir tales conclusiones en un holandés que no existía, en un léxico que no era el suyo, dependiendo solo de un libro y de un intérprete que apenas traducía el significado de palabras pero no las formas en las que estas se complementaban.

¡Aquello era un mundo nuevo! De pronto lo conocido y creído por aquel Joseph Jacotot, aquel maestro ignorante, se había quebrado al menos lo suficiente como para formar algo mejor, algo que revolucionó en él la manera de percibir la tan preciada y codiciada inteligencia.

¿No es emocionante? Porque aunque esta historia data de un lejano pasado en 1818, a día de hoy muchos ven este tipo de aprendizaje y piensan: “Deben ser persona muy bien dotadas, con capacidades extraordinarias”

Y aunque yo creo que el acto de aprender es un acto valiente, de mérito y que debe ser celebrado, lo cierto es que considero también que esa capacidad no es otorgada, se adquiere más la inteligencia existe.

“La instrucción es como la libertad: No se da, se toma” (Rancière 3)

Nos enfrentamos a un gran, gran abismo: la lucha de egos y el lugar del maestro en esta perspectiva. Nos enfrentamos a la deconstrucción de la existencia de dos inteligencias, al menos como se plantea en este libro.

La naturaleza de una cátedra dada por un docente es aquella de la persona sabia guiando a la persona ignorante, concediendo conocimiento y haciéndola “inteligente” con la capacidad de en algún punto volverse igual de “sabia”. Si esto es así, ¿por qué cuesta tanto escuchar durante una hora tal retahíla? ¿Por qué las explicaciones no parecen bastar? ¿Qué pasa si quiero saber más?

¡Yo te contesto!

Lo cierto es que hay muchísima información por muchos lugares que habla sobre el tiempo que podemos dar de nuestra atención a alguna cosa, y esto va a variar además en cada quién por temas como por ejemplo el déficit de atención, sin embargo hay otra verdad bastante angustiante quizás, y es que el aprendizaje va de la mano del compromiso que es iniciado por entusiasmo y motivación. Este estado es el que permite a una jóven niña aprender a jugar un videojuego sin siquiera leer una pizca de cómo funcionan los controles en este, o a un hombre a cocinar alguna receta especial que desea ser capaz de preparar. Estas cosas son igual de importantes en la simple pero compleja realidad del aprender y que casi nunca se toman en cuenta a la hora de detectar nuestras propias capacidades de aprendiz.

¿Puede ser que te haya quedado sonando la última pregunta? Pues en este libro se nos propone una cosa más entre tantas otras, y es la división de esta inteligencia superior que en teoría tiene el maestro y por otro lado la inteligencia inferior que hace a una persona el alumno. Si esto es así, y sabemos que hemos nacido en tal órden, entonces nuestra inteligencia estaría ligada a la de alguien más, limitada y peor aún no sería nuestra.

Quiero ser alguien libre y de pensamiento crítico, ¿por qué debo limitarme a lo que otro conoce? Sus explicaciones provienen del libro, nadie nace aprendido, entonces ¿Por qué aquellas explicaciones me harán entender aquello mejor? Ir a la raíz seguramente me generará más dudas que a su vez me llevarán a más respuestas.

Se nos propone que el pensamiento del maestro explicador es aquel que restringe, no el que emancipa.

“La explicación no es necesaria para remediar una incapacidad de comprensión. Todo lo contrario, esta incapacidad es la ficción que estructura la concepción explicadora del mundo.” (Rancière 12)

Entonces ¿Es el maestro una herramienta sin fin?¿Existe sin utilidad?

Claramente no, el maestro es importante, sin embargo es adhesor, no el embudo por el que transita el conocimiento. Un maestro no DEBE saberlo todo, un maestro es instrumento guía que permite desatascar al alumno y recordarle su meta.

¿Hemos mencionado la voluntad? Pues es súper importante, ya que una mujer como yo puede aprender cualquier materia en cualquier disciplina sin maestro explicador, siempre y cuando mi voluntad no flaquee, sin embargo quizás si necesite de un maestro cuando esta no es estable, de tal manera que yo me vincularé a la inteligencia del libro, de la investigación más mi voluntad se vinculará a la del maestro.

“En la situación experimental creada por Jacotot, el alumno estaba vinculado a una voluntad, la de Jacotot, y a una inteligencia, la del libro, enteramente distintas. Se llamará emancipación a la diferencia conocida y mantenida de las dos relaciones, al acto de una inteligencia que sólo obedece a sí misma, aunque la voluntad obedezca a otra voluntad.” (Rancière 20)

Att: Alex💜